¿Cómo hacer presente a Dios, en tiempos de idolatría?

Abstract

Es un hecho que cada vez resulta más difícil hablar de Dios y remitir a su Presencia que viene a desvelar el misterio del hombre, a hacerse su compañía y a convertirse en horizonte de su plenitud. El hombre secular, preocupado por su autorrealización, absorbido por la responsabilidad de sus quehaceres cotidianos, y encerrado en un horizonte de inmanencia, parece ignorar al que es origen, compañía y meta de su vida. En palabras de Juan Pablo II, la sociedad europea está inmersa en una cultura que lleva al “hombre autosuficiente” a vivir “como si Dios no existiera” (EE 9). “La apostasía silenciosa”, como la califica el Papa, ya no parte de una negación explícita de Dios, como era propio de los siglos XIX y XX, simplemente prescinde en el pensamiento, en los criterios morales y en la vida real de Aquél que es tratado como un simple desconocido. ¿Quién es Dios? ¿A qué remite esta palabra “fósil” (Nietzsche), testimonio de la vida real de otras épocas, pero hoy privada de cualquier significado real? Y, aun cuando se afirme, ¿su realidad corresponde a lo que la tradición cristiana llama Dios, o simplemente es algo que viene a cubrir funcionalmente los vacíos de la vida humana? Este olvido de Dios ha venido a generar una cultura de muerte, donde el hombre, abandonado a su propia suerte, se ha desmoronado como sujeto, ha entrado en crisis el humanismo que trataba de levantar y se ha desvanecido su esperanza.