Comunidad eclesial, comunidad política y relación entre ambas en el contexto de un secularismo oficioso

Abstract

En el anuncio del Concilio Vaticano II, Juan XXIII expresó la necesidad permanente que tiene la Iglesia de salir al encuentro del mundo y de la humanidad en cada momento histórico, para dar respuesta, a la luz del Evangelio, a las cuestiones propias de la época y a sus exigencias concretas, cumpliendo así la misión cristiana ⎯que es participación dada por Jesucristo en su propia misión⎯ de ser luz del mundo, sal de la tierra y levadura en la sociedad (cf. Mt 5,13ss; Lc 13,20). Asistido por el Espíritu Santo, Juan XXIII se esforzó por abrir caminos que superaran la separación entre lo cristiano y lo humano, entre la Iglesia y el mundo, manteniendo siempre la fidelidad a Jesucristo, y señaló en distintas ocasiones durante su Pontificado, también dentro de su magisterio ordinario en la encíclica Pacem in terris, que la Iglesia en su tarea pastoral debía reconocer y tener en cuenta los “signos de los tiempos”, a fin de comprender con justeza el mundo actual y poder ayudar adecuadamente desde la Iglesia, con los dones que Cristo ha depositado en ella, a la humanidad en su concreción histórica.