Presbíteros-catequistas, al servicio de una catequesis con Espíritu

Abstract

La misión de la Iglesia se inicia a partir del mandato misionero que el Resucitado da a sus discípulos poco antes de retornar glorioso al Padre. «Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado» (Mt 28, 19-20). En el corazón de dicha misión está la iniciación cristina. La Iglesia tiene como misión extraordinaria y preferente introducir en el misterio de comunión del Dios Trinidad —del cual ella es instrumento y mediación— a través del servicio de la Palabra: «enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado», y del servicio litúrgico-sacramental: «bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo». No hay misión más importante para la Iglesia que la de constituir ese seno maternal por el que Dios engendrar a sus hijos al injertarlos en su Hijo Jesús y al otorgarles el Espíritu de filiación.